La vacuna contra el coronavirus: el Plan B que ¿pocos tienen en cuenta?
El horizonte de una dosis que permita una inmunidad colectiva instantánea no cercano.
La población mundial descansa en estos tiempo de epidemia sobre una esperanza: el hallazgo de una vacuna segura, eficiente y duradera que pueda inhibir los efectos del coronavirus Sars-CoV-2 que provoca la enfermedad COVID-19 nacida en Wuhan, China, en noviembre último. Esa será, en teoría, una de las principales herramientas que tiene el hombre para luchar contra los diferentes brotes mortales. Sin embargo, todas las promesas apuntan a que de poder desarrollarse, ésta no estará sino hasta dentro de 18 meses. Poco tiempo para la ciencia; mucho para una pandemia.
“Este maldito virus continuará hasta que infecte a todos los que sea posible. Seguramente no disminuirá la velocidad hasta que llegue al 60 o al 70% de la población, el número que crearía inmunidad colectiva y detendría la propagación del virus", aseguró Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Políticas de Enfermedades Infecciosas (CDC, por sus siglas en inglés) y académico de la Universidad de Minnesota, durante un encuentro con el Directorio del diario USA Today. Incluso, afirmó, si para el inicio del calor veraniego mostrara signos de contracción, esto sólo podría estar indicando que se trata de un virus estacional, tal como el de la gripe.
En esa misma línea, el diario italiano Corriere della Sera, en un artículo firmado por la periodista Cristina Marrone es mucho más cruda: quizás nunca se desarrolle una vacuna, una “posibilidad menos popular” en términos noticiosos. Así, quizás haya que comenzar a creer en la hipótesis -plantea el periódico de Milán- de que se tendrá que “aprender a vivir” con el coronavirus “sino para siempre, durante mucho tiempo”. “Muchos expertos consideran seriamente la posibilidad de que la solución no llegue. O lo más probable es que llegue, pero no tan rápido como cabría esperar”, plantea Marrone.
Sin embargo, estas previsiones despiertan reparos. Sergio Abrignani, uno de los inmunólogos más reconocidos de Milán señala: “En el mundo normal lleva entre cinco y 10 años llegar a una farmacia con una vacuna. En mi experiencia, a pesar de los atajos necesarios, será difícil tener una vacuna antes de dos años si queremos estar seguros de dos cosas fundamentales: que sea segura y que dé una respuesta inmune protectora y durarera”. Y añade: “Cuando escucho de una vacuna lista para septiembre, es ciencia ficción para mí”.
Sumado a ello, jamás se desarrolló una vacuna contra un coronavirus. Tal el caso del SARS, cuyos ensayos fueron abandonados por un simple motivo: la enfermedad desapareció. La noticia es buena y es compartida por varios expertos desde Israel a Italia y otras naciones. Como el actual Sars-CoV-2 comparte el 80 por ciento de la carga genética del SARS quizás su fuerza de contagio disminuya hasta su desaparición como su antecesor. Un científico israelí cree que tras 70 días, el virus reduce su agresividad. Serían novedades alentadoras, aunque por el momento no confirmadas.
Pero, suponiendo que finalmente se encuentre la dosis justa, luego se plantea el interrogante de la producción a escalas nunca imaginadas hasta hoy. Si la predicción de Osterholm llegara a corroborarse y el COVID-19 pasara a ser un virus endémico como la gripe, es casi seguro que “no habrá suficientes vacunas al menos en varios años”, de acuerdo a lo planteado por The Washington Post en un artículo que lleva el poco optimista título: “Aún encontrando una vacuna, no será suficiente para terminar con la vacuna”. Se necesitarían 5.600 millones de vacunas para llegar al 70 por ciento de la población y conseguir una inmunidad total. La pelea será entonces en torno a quién se les suministrará primero la pócima.
Anthony Fauci, líder de la lucha contra el mal en los Estados Unidos, instó a la comunidad internacional a doblar los esfuerzos para encontrar una solución global y conjunta. “El costo, el sistema de distribución, los requisitos de la cadena de frío y la entrega de cobertura generalizada son todos puntos de restricción potenciales en la entrega eventual de vacunas a individuos y comunidades. Todos estos problemas requieren la cooperación global entre las organizaciones involucradas en la prestación de atención médica y la economía”, escribió el médico en un artículo publicado este lunes en la revista Science. Fauci es uno de los reconocidos científicos que confía en que la vacuna contra el Sars-CoV-2 podría estar lista antes de fin de año.
En ese sentido, la producción y distribución debería también tener en cuenta a todas las naciones. Caso contrario, podría pasar como en la gripe porcina de 2009. “Los países ricos monopolizaron la vacuna, los países pobres se quedaron atrás”, dijo Gavin Yamey, director del Centro de Impacto de Políticas en Salud Global de la Universidad de Duke. “Recibieron la vacuna más tarde y obtuvieron menos. Permitir que se repita el escenario en la batalla contra el coronavirus sería un error devastador. A menos que hagamos que esta vacuna esté disponible a nivel mundial no vamos a poder poner fin a la pandemia, porque un brote en cualquier lugar es un brote en todas partes”, señaló en un podcast universitario citado por The Washington Post.
Pero, ¿tienen los laboratorios de renombre internacional la capacidad de producción necesaria como para llegar a casi seis mil millones de habitantes con una vacuna? Incluso, como ocurre con otras, es probable que incluso deba suministrarse una segunda dosis. Jonhson & Johnson dice que podría fabricar 300 millones cada año. Pfizer contrató plantas en los Estados Unidos y Bélgica, por ejemplo, para llegar a crear entre 10 y 20 millones para el otoño boreal, hacia noviembre. Cientos de millones para el año próximo Esto es, claro está, si sus vacunas son aprobadas. Ambas empresas son de las más gigantescas en todo el planeta.
Sin embargo, el problema no radica sólo allí. Las grandes farmacéuticas podrían ser convocadas a trabajar en conjunto para producir en serie la que podría ser la solución para el actual coronavirus que puso en jaque a la población global. Eso requerirá un esfuerzo extra por parte de gobiernos y compañías. Pero ellas también dedican sus instalaciones y recursos humanos para fabricar otras vacunas o tratamientos. Claro que una nueva droga requerirá la instalación de nuevos edificios y maquinaria... lo que lleva tiempo... que es lo que más falta hace.
¿Habrá que aprender a convivir con la enfermedad? “Todos tenemos que enfrentar el hecho de que no hay una bala mágica, salvo una vacuna, que hará que esto desaparezca. Vamos a vivir con eso. Y no vamos a tener esa discusión en absoluto”, advirtió Osterholm. El médico agregó que un país -en referencia a los Estados Unidos- “no puede estar cerrado por 18 meses”.
Así las cosas, ¿alguna administración ya está pensando en un Plan B? Esto plantea el Corriere. “Si la vacuna no se encuentra rápidamente, es muy probable que Sars-CoV-2 nos acompañe durante muchos años y tengamos que vivir con una enfermedad que no se puede eliminar”, plantea Marrone. Pero es optimista: quizás con COVID-19 ocurra lo mismo que con el VIH y pueda ser llevada con antivirales convirtiéndola en una enfermedad crónica. El sida ya no es “una sentencia de muerte” como era hace 40 o 30 años, indica la periodista italiana. Entre tanto, se deberá depositar la confianza en aquellos tratamientos que mayor efectividad están mostrando, como la transfusión de plasma convaleciente, el remdesivir o incluso la cloroquina.