Una manija que duró meses (años podríamos decir) se transformó en una pesadilla: Argentina, uno de los favoritos para ganar el Mundial de Qatar fue derrotada por una férrea y organizada Arabia Saudita por 2 goles a 1.
Todo parecía preparado para una fiesta: el estadio Lusail se había vestido de albiceleste. Los cánticos eran argentinos. De estadios argentinos.
Pero la celebración fue de los sauditas: en lo que es sin duda la primera gran sorpresa de Qatar 2022, Arabia Saudita se impuso ante Argentina con goles de Al Shehri y Salem Al-Dawsari. Lionel Messi descontó de penal.
Argentina, impulsada por la energía incesante que le enviaban desde la tribuna y por las semanas y meses de acumulada anticipación, avanzó sin contemplaciones sobre Arabia Saudita.
A los tres minutos, después de un desborde de Ángel di María, Messi tuvo la primera del partido que gracias a una zancada de gato fue salvado milagrosamente por el portero Al Owais.
Y el partido siguió así: Argentina buscando, y Arabia Saudita controlando. Hasta que el VAR desenredó el primer gol del partido: desde la cabina le avisaron a Slavko Vincic que algo había pasado.
Vincic fue. Vincic revisó. Vincic decretó penal.
Y entonces Messi se puso enfrente de la pelota y con una caricia suave la puso a la mano derecha del portero.
De repente toda esa acumulación de nervios, ansiedades, de miedos, se transformó en un mar de tranquilidad a los ocho minutos.
Pero no duró mucho. El fuera de lugar se convirtió en la frase más utilizada: dos goles fueron anulados por la nueva tecnología que detecta el fuera de juego.
Primero fue Lionel Messi. Y después Lautaro Martínez a pase filtrado, que alcanzaron a celebrar todos en el equipo.
Y después vino una seguidilla de fueras de juego que casi se convierten en chiste: cinco en menos de 20 minutos. Solo para dar un dato, en Rusia 2018 a la selección Argentina le cobraron seis fueras de fuego en todo el torneo.