Previo al arribo de la crisis sanitaria, la situación económica ya era delicada.
En tiempos sin pandemia, el ecuatoriano Luis Sanguña recuerda que solía vender algunas gafas en las calles y llevar al menos los alimentos a su humilde hogar en medio de serias dificultades económicas en su país.
“A veces teníamos días malos, pero siempre sacábamos para la comida de la casa. Eso era antes. Ahora los días son malos, malos, hay días que no sacamos nada”, asegura este hombre de 34 años y padre de tres hijos menores de edad, mientras aprovecha la fila del semáforo para ofrecer su producto a los conductores en la capital ecuatoriana.
“Ahora estamos peor y no me imagino cómo se viene el otro año", agregó.
Los problemas e incertidumbre de este ecuatoriano reflejan lo que sucede en el país. Después de cuatro meses en los que el 70% del aparato productivo estuvo detenido por la pandemia y la caja fija llegó a niveles mínimos, Ecuador proyecta cerrar el año con una contracción económica de 9% y un futuro inmediato incierto, con elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina.
La anormal situación sanitaria, que ha provocado alrededor de 200.00 contagiados y 14.000 muertos, también causó la pérdida de 410.000 empleos en este país, con poco más de ocho millones de ciudadanos en edad laboral, pero con un 57% de ellos en situación de subempleo y 6,6% en desempleo, datos que configuran la caída más pronunciada de las últimas décadas.
Siobhan Morden, analista de la casa de valores Amherst Pierpont, con sede en Nueva York, dijo a The Associated Press que “con dolarización no hay muchas opciones y en Ecuador es urgente que haya una debate honesto acerca de qué requiere para defender la dolarización. El problema con la dolarización es que es muy débil y la economía necesita dólares”. Ecuador requiere austeridad, mínimos acuerdos internos, ajustes estructurales fiscales y laborales para sostener la dolarización, aseguró.
El país adoptó la dolarización a inicios de este siglo para hacer frente a la inminente amenaza de hiperinflación y a una situación económica que causó el cierre o quiebra de la mitad de los 42 bancos de la época.
Previo al arribo de la crisis sanitaria, la situación económica ya era delicada.
El país tenía un déficit fiscal de 4.043 millones de dólares, con deudas por arriba de los 60.000 millones (su Producto Interno Bruto es de 100.000 millones). Esto produjo retrasos en el pago a los proveedores del Estado, en los sueldos de los empleados públicos y la suspensión de obras públicas.
El secretario del Observatorio de la Política Fiscal, Jaime Carrera, dijo a la AP que la economía llegó a ese punto por “el desorden del manejo económico en la época del presidente Rafael Correa (2007-2017) y de los últimos años de este gobierno (de Lenín Moreno), un elevado gasto público, elevada deuda, falta de ahorro, falta de reservas en el Banco Central”.
El presidente Moreno afirmó que cuando el coronavirus llegó “nos sorprendió sin tener un centavo en las arcas fiscales. No había un solo centavo de ahorro”. Agregó que en mayo parecía que no podía sostenerse la dolarización porque “no había dólares, no ingresaban dólares tan necesarios para la economía y pensamos definitivamente que íbamos a tener una catástrofe”.
En medio de esta situación, el gobierno tomó una decisión audaz o desesperada al buscar la renegociación de 17.375 millones de dólares de su deuda externa en bonos, cuyos intereses y vencimientos asfixiaban el presente y futuro económico del país hasta 2030. Contra todo pronóstico, tuvo éxito y consiguió bajar el interés anual de 9,3 a 5,2% y ampliar el plazo de pago 10 años más, con cinco de gracia, lo que permitió liberar más de 16.000 millones de dólares hasta 2030.
El exministro de Finanzas, Fausto Ortiz, explicó que en este caso la pandemia generó un efecto positivo porque le permitió a Ecuador y los acreedores lograr acuerdos para evitar problemas mayores para ambos en los próximos años, y eso dio paso a una reestructuración de la deuda “logrando condiciones ventajosas, aplanar el perfil de la deuda para que no se repitan condiciones de imposibilidad de pagar obligaciones de deuda en los próximos siete años”.
“Eso abre espacio de gestión al nuevo gobierno”, explicó.
Sin embargo, el futuro próximo del país no pinta de la mejor manera, entre otros factores —según los expertos— por la incertidumbre que genera la pandemia a mediano plazo, la débil situación económica y las elecciones generales de febrero próximo.
El analista y catedrático de la universidad San Francisco, Luis Espinosa Goded, descrito a la AP que en enero de este año “la situación (fiscal) está tan mal, que las discusiones económicas tradicionales —si aumentar el gasto público o endeudarse— no se pueden ejecutar porque la economía no resiste esas fórmulas".
Ecuador se apresta a elegir al sucesor del presidente Moreno entre 15 candidatos, dentro de los cuales destacan Guillermo Lasso, que se presenta por tercera ocasión y el candidato de los indígenas Yaku Pérez, entre otros, que en su mayor parte son poco conocidos.
“El gobierno que viene tendrá que delinear de qué manera quiere enfrentar la situación fiscal que en el 2021 va a implicar un déficit por arriba de los 3.500 millones de dólares y amortizaciones por otros 4.000 millones... lo cual es una situación dura por dónde se lo mire”, expresó Ortiz.
Mientras hace compras en el mercado, la ama de casa Lourdes Cáceres, de 42 años, comentó que “no sé qué es peor: la pandemia o los políticos".
"Ambos causan toda clase de daños al país, no tengo mucha ilusión por el futuro porque el panorama se ve gris, no hay trabajo, el comercio está así como lo ve sin clientes, y lo único que me queda es rezar bastante para que mis dos hijos logren ubicarse en algún trabajo para que no sufran tanto”.