Los gritos para expresar el hartazgo y anhelo de cambio de la población sobresalieron.
En la cacofonía producida ayer por incontables millares de personas en la plaza central de Ciudad de México durante el acto culminante de la protesta por la desaparición de 43 estudiantes, los gritos para expresar el hartazgo y anhelo de cambio de la población sobresalieron por encima del resto.
La Plaza de la Constitución, conocida como Zócalo, una explanada de casi cinco hectáreas donde confluyeron tres contingentes de padres y compañeros de los desaparecidos que durante una semana recorrieron México para sensibilizar a la población sobre la tragedia, se vio completamente llena de manifestantes.
Llegaron a ese punto ríos humanos desde distintos puntos de la capital, enarbolando letreros y gritando consignas para expresar tanto su solidaridad con los familiares de las víctimas como su rechazo a unas autoridades a las que culpan de las desapariciones.
"Fuera Peña", "Gobierno farsante, que matas estudiantes" y "Urgente, urgente, que renuncie el presidente" eran algunos de los estribillos que coreaban los participantes, mientras en pancartas y mantas se leían lemas como "No narcogobierno" y "Enrique Peña Nieto = violencia, impunidad, corrupción y muerte".
Como muestra simbólica de su rabia, la multitud quemó un muñeco gigante que emulaba al gobernante con la banda presidencial.
Pero la condena no era sólo para él ni para el actual Gobierno, sino para todo el sistema político mexicano.
"Ni PRI, ni PAN, ni PRD; el pueblo al poder", gritaban algunos, aludiendo a los tres principales partidos del país.
Frente al Palacio Nacional, imponente inmueble en el que tiene su sede del Ejecutivo federal y que flanquea el Zócalo, un altavoz montado sobre un vehículo difundía llamadas a los presentes a no caer en la violencia y actuar "a la altura de las circunstancias".
Algunos estudiantes se enfrascaron en una discusión con jóvenes "anarquistas" que ondeaban banderas negras, pidiéndoles que no perjudicaran al movimiento con actos de violencia como los que han empañado las protestas desde la desaparición de los 43 estudiantes de una escuela rural para maestros el 26 de septiembre.
"No es anarquismo, es protagonismo", replicaban los jóvenes.
Mientras, los padres de los desaparecidos repetían desde un templete colocado en la plaza su exigencia de que aparezcan vivos sus hijos.
"Estén donde estén, nos los tienen que entregar, porque vivos se los llevaron", declaró una de las madres, provocando que la multitud completara el que ya se ha convertido en lema de las movilizaciones: "¡Y vivos los queremos!".
Al concluir la jornada, un grupo de encapuchados atacaron por la noche a los policías antidisturbios que resguardaban el Palacio Nacional, quienes usaron extintores y finalmente se abalanzaron con sus escudos y porras contra la multitud, a la que hicieron recular hasta los extremos de la plaza para expulsarlos de ese espacio.
El incidente puso un triste colofón a una jornada que se había desarrollado de forma tranquila a excepción de un incidente registrado alrededor del mediodía cerca del aeropuerto capitalino en el que dos policías resultaron heridos y 15 jóvenes fueron detenidos.