Guayaquil ha anunciado que castigará a quien viole las disposiciones sanitarias.
La ciudad más grande de Ecuador, Guayaquil, era un panorama dantesco de morgues improvisadas, centenares de personas que morían en sus casas y cadáveres abandonados en las calles.
Eso fue en marzo y abril, cuando el centro económico del país en la costa del Pacífico sufrió tanto como otras partes del mundo por el coronavirus y la enfermedad que causa, COVID-19. Posteriormente Guayaquil se estabilizó, y entonces envió equipos de doctores y material médico a otras regiones del país y recibió a pacientes provenientes de ellas.
Autoridades municipales atribuyen esta recuperación a un estricto confinamiento y a la adaptabilidad de una población que, a lo largo de la historia, ha enfrentado epidemias de malaria, fiebre amarilla, dengue y peste bubónica en una zona cuyo clima tropical, barrios aglomerados y exposición a viajeros extranjeros parecía favorecer los contagios.
Algunos expertos médicos advierten que no hay que considerar a Guayaquil como un modelo para otros, incluso si las autoridades se ajustaron bien después de verse rebasadas en un principio.
“El contagio fue masivo, muy rápido”, y la mortandad fue tan alta que hoy el número de personas especialmente vulnerables al coronavirus es mucho menor, dijo el doctor Esteban Ortiz, director de investigación de un programa de salud en la Universidad de las Américas en Quito, la capital.
Además, dijo Ortiz, el uso más riguroso y la implementación de “mascarillas, protectores faciales, escudos faciales, distanciamiento social y lavado de manos” redujeron los contagios en la ciudad.
A la fecha, el Ministerio de Salud registra más de 1.600 fallecimientos por COVID-19 en la provincia de Guayas, donde está Guayaquil. Es casi una tercera parte de la cifra oficial de fallecidos por la enfermedad a nivel nacional, que se reconoce ampliamente es inferior a la real.
Otros datos de Guayaquil indican que el número de muertes diarias registradas en partes de marzo y abril fue cientos de veces mayor a las de los mismos días en años anteriores, un indicio de que muchas estaban relacionadas con el coronavirus. Ciertamente que miles de personas murieron de COVID-19 en una ciudad de 2,7 millones de habitantes, y algunas personas desconocen aún dónde fueron sepultados sus parientes fallecidos en ese caótico periodo.
Guayaquil ha anunciado que castigará a quien viole las disposiciones sanitarias. La ciudad ha advertido que multará con 60 dólares a quien no utilice mascarillas en el transporte público, y los conductores de autobuses que permitan a pasajeros viajar sin mascarillas pueden ser sancionados hasta con 200 dólares y una reducción de puntos en sus licencias.
Los hoteles y restaurantes tienen prohibido aceptar la realización de fiestas. Tampoco están permitidas las reuniones para bautizos ni bodas. La playa Varadero de la ciudad continúa cerrada, aunque en otras partes del país ya se han abierto algunas.
La ciudad ayuda a sus habitantes con la distribución de alimentos y clínicas móviles. El sector privado participa en estas acciones de asistencia. Las autoridades sanitarias militares y nacionales han apoyado, aunque funcionarios municipales aseguran que el gobierno en Quito está rezagado en cuanto a facilitar recursos y compartir información.
“Dada la inmensa carga que sintió Guayaquil durante marzo y abril, creo que aprendieron mucho de su experiencia, tanto de sus aciertos como de sus fallas”, dijo Bernardo Gutiérrez, investigador en la Universidad San Francisco de Quito. En un correo electrónico enviado a The Associated Press, Gutiérrez señaló que “el mérito de Guayaquil está específicamente en sus esfuerzos por organizar y coordinar esfuerzos entre el gobierno local y diferentes actores de la sociedad civil” para implementar medidas sanitarias.
Sin embargo, Gutiérrez dijo que no hay garantía de que los protocolos particulares implementados en Guayaquil funcionen en otras partes debido a la imprevisibilidad de cualquier pandemia y el hecho de que “la situación específica de una ciudad será muy diferente a la de otras".
Cuando amainó su crisis sanitaria, Guayaquil envió médicos a otras regiones, como Quito, donde las infecciones de COVID-19 van en aumento. Guayaquil ha aceptado a enfermos del virus provenientes de otras áreas del país, al grado de que la alcaldesa Cynthia Viteri, que se recuperó de un caso leve de COVID-19, advirtió hace unos días que otra vez hay escasez de unidades de cuidados intensivos.