Es un momento en que cada decisión doméstica puede tener riesgos increíblemente elevados.
El esposo de 60 y pico de años trabaja en la industria alimenticia e insiste en salir todos los días a trabajar bajo el argumento de que debe mantener su negocio a flote. La atemorizada esposa quiere desesperadamente que se quede en casa.
Para otra pareja separada, la lucha se debe a si los niños pueden visitar a amigos. Un progenitor lo permite bajo el intento de ser el “padre divertido”, mientras que el otro se opone reciamente.
Y para otra pareja más, simplemente se trata de comprar víveres. Ella llena el carrito porque dice que deben estar preparados y él la acusa de acaparar innecesariamente.
Escenas como estas se desarrollan en hogares suburbanos, condominios y pequeñas comunidades rurales en Estados Unidos, mientras las parejas intentan sobrevivir en lo que se ha convertido bruscamente en la “nueva normalidad” durante el brote del coronavirus. Terapeutas, abogados y las mismas parejas, describen cómo las diferencias más sutiles o la estrategia para adaptarse se puede exacerbar penosamente bajo el increíble estrés y ansiedad que provoca el brote.
Es un momento en que cada decisión doméstica puede tener riesgos increíblemente elevados, dice Catherine Lewis, terapeuta y académica en el Instituto Ackerman para la Familia en Nueva York, desde lo aparentemente pequeño _ ir a comprar víveres _ hasta el estresante cálculo de qué familiares deben aislarse juntos.
“Esta pandemia nos ha hecho pensar a todos sobre nuestras relaciones, porque realmente uno no puede hacer algo sin que afecte a otro”, dijo Lewis, quien dirige sesiones de terapia vía remota. “Es un ejemplo muy poderoso de lo interconectado que estamos todos”.
Aunado a eso, Lewis señala, está la absoluta impotencia de no tener idea de cuánto durará la situación.
Ha visto cómo algunas parejas encuentran “que tienen una enorme capacidad de resistencia, de simplemente encontrar una forma para moverse durante el día”. Por el lado negativo, es evidente que las personas no suelen estar en su mejor momento cuando están profundamente estresadas.
“Se intensifican los patrones normales”, dice. “Hay una molestia aumentada, la gente brinca”.
El alcohol suele volverse un mecanismo de defensa. O peor.
“Me preocupan las parejas en donde hay agresión intensa”, dice. En casos en donde ya había abuso doméstico, los abogados temen una peligrosa intensificación.
Jennifer Kouzi, una abogada y mediadora de divorcios, lo dice claramente: “Vemos mucha más mala conducta”.
Ella recibe llamadas de clientes que ya estaban infelices en sus matrimonios o en el proceso de separación, y ahora se sienten cada vez más desesperados. También se sienten incompetentes, porque junto con el confinamiento forzado, el proceso legal está en su mayor parte estancando.
En muchos casos, podría no haber ramificaciones para el mal comportamiento. Un progenitor, por ejemplo, se ha negado a entregar al hijo al otro como está bajo acuerdo con el argumento de la crisis del virus, aunque el otro toma todas las precauciones. La policía se ha negado a forzar la orden de custodia y recomendó que el padre fuera a juicio, pero no es claro si los jueces considerarán este caso como una emergencia. En otro caso que Kouzi conoce de padres separados, un padre permite que sus hijos vean a amigos, “para ser el padre divertido, para que los niños quieran quedarse ahí todo el tiempo y no con el padre que realmente se apega a las recomendaciones y normas”.
Pero no todo es malo.
“Algunos padres han estado a la altura de las circunstancias y se comunican mejor que lo normal, reacomodan agendas, aumentan el acceso a FaceTime y hacen lo que tiene sentido” para sus hijos, dice.
Algunas parejas sólo sufren, si acaso, problemas menores. Stephanie Pfeiffer, una analista de sistemas comerciales en Boston, se molestó con su esposo cuando fueron de compras la semana pasada y, cada vez que ponía algo en el carrito, él cuestionaba el motivo.
“Nos peleamos por la compra de víveres”, dijo Pfeiffer. “Me acusa de entrar en pánico y acumular, pero la realidad es que necesitamos más víveres”. Después de todo, la pareja ahora trabaja junta en casa.
Lewis, la terapeuta familiar, dijo que todavía está en los primeros días. Espera que las parejas a las que atiende encuentren una forma de lidiar con la ansiedad e incertidumbre de una forma útil.
Su mejor consejo para las parejas: “Intentemos que los dos no tengan un mal día al mismo tiempo”, dijo. “Si hoy es tu mal día, el mío será mañana. No explotemos al mismo tiempo”.